Gracias a Dios aún tengo mi madre viva y
nos llevamos bien, pero confieso que desde muy pequeña he visto el día dedicado
a las madres como un día “un poco cruel”, pues sucede que me crie cerca de mi
abuela materna y veía como ella ese día, lloraba en silencio a su fenecida madre
quien ya tenía muchos, muchos años de haber partido. Creo que por esta razón
pienso tanto en las personas que ya no tienen su madre viva, ¿Cómo les afecta
emocionalmente este día?, ¿Qué hacen ellos en este día?, ¿A quién llaman o
visitan?...
Tal reflexión, me invita a revisar
cada año mi relación con mi madre, ¿Cumplo con el mandato de Dios de honrarla
e igualmente a mi padre?, ¿Sabe y siente ella que realmente la amo y la respeto?, ¿Se
siente orgullosa por lo que he hecho con mi vida, con mis acciones?, ¿Me ve
feliz como sé que ella quiere que sea?....
En este sentir, es imperativo hacer un
alto y poner en orden, revisar, cómo es nuestra relación con los demás y sobre
todo con ese ser tan especial, principal instrumento que se dejó utilizar por
Dios para que viéramos ¡la vida!, pues como bien me ha comentado mi amiga Fifi
quien perdió su madre: “Lo importante es eso…nunca es demasiado tarde para
decirle en vida Te quiero…o abrazarla, darle besos…aprovechar ese tiempo!”.
Les invito a que la llamen, la
visiten y se cercioren de que ellas sientan ese amor tan grande que le tienen;
en tanto a aquellos cuyas madres ya han partido sólo les digo que si el amor
más parecido al de Dios es el de una madre aún les queda el amor más grande, el
amor de Dios.
Feliz Día para todas las que
permitieron que Dios diera vida a través de sus vientres y Feliz Día también
para todas las que no pudiendo parir permitieron que Dios diera vida a través
de sus corazones, por que fueron valientes y adoptaron el amor.